Fantasy
21 to 35 years old
2000 to 5000 words
Spanish
Story Content
El sol de la mañana se filtraba tímidamente entre las nubes, proyectando una luz pálida sobre El nombre de la primaria es: 'El Roble Sabio'. Dentro, la jornada escolar comenzaba con el habitual bullicio de niños corriendo y maestros preparándose para sus clases.
En la sala de profesores, la rutina se rompió con la llegada de un paquete. Un sobre grande, sin remitente visible, generó curiosidad y un dejo de suspicacia. El profesor Ramírez, conocido por su audacia, lo abrió con un cúter. Dentro, encontraron un extraño dispositivo, lleno de cables y con una pequeña pantalla parpadeante.
–¿Qué es esto? –preguntó la profesora López, acercándose con cautela.
–Parece una bomba –respondió Ramírez, con el rostro pálido–. ¡Rápido, hay que llamar a la policía!
Cuando intentaban usar el teléfono, el dispositivo emitió un siseo y liberó un gas incoloro. Los profesores cayeron al suelo, tosiendo y convulsionando, hasta quedar inmóviles.
Minutos después, el profesor Gómez, que había llegado tarde, entró en la sala. La escena lo horrorizó: los cuerpos de sus compañeros yacían esparcidos por el suelo. Tomó su teléfono tembloroso para llamar a la policía, pero entonces… uno de los cuerpos se movió.
El profesor Ramírez se levantó lentamente, con la mirada perdida y la piel grisácea. Sus ojos estaban inyectados en sangre y un gruñido gutural escapó de su garganta. Los maestros atacan a los alumnos y otros maestros, comportándose de manera errática y violenta.
Se comportan como zombis. Gómez retrocedió, horrorizado, mientras Ramírez se abalanzaba sobre él. Los demás profesores, ahora también convertidos, se unieron al ataque. El profesor Gómez no tuvo oportunidad.
Mientras el horror se desataba en la sala de profesores, en el salón de arte, seis niños, ajenos a la tragedia, pintaban paisajes imaginarios. El salón tenía vidrios opacos, una característica inusual. El salón es de diseño, con los vidrios pensados para difuminar la luz y evitar distracciones visuales, concentrando a los alumnos en su trabajo. Desde fuera, solo se veía una silueta borrosa de lo que ocurría dentro. Desde dentro, la vista era clara.
Sofía, la más observadora del grupo, notó algo extraño en el patio. Vio a varios maestros corriendo de manera extraña, persiguiendo a otros profesores y alumnos. Un grito ahogado escapó de sus labios.
–¡Miren! ¡Algo está pasando afuera! –exclamó Sofía, señalando por la ventana.
Los demás niños se acercaron a la ventana, observando la escena con incredulidad. Vieron a un maestro caer al suelo, y luego a otro maestro… atacando su cuerpo. El caos se extendía rápidamente.
–¡Esto no es bueno! –dijo Miguel, un niño corpulento que solía ser el bravucón del grupo. Incluso él parecía asustado.
De pronto, oyeron gritos y golpes en la puerta del salón. Los maestros-zombi intentaban entrar. Sin pensarlo dos veces, Juan, el chico más fuerte, ayudado por Miguel, arrancan la puerta y la utilizaron para bloquear la entrada. Habían ganado tiempo, pero sabían que no sería suficiente.
Entre el grupo, estaba Daniel, un chico delgado y de gafas, conocido por su obsesión con las películas de zombis. Conocía cada detalle, cada regla, cada debilidad de los muertos vivientes. Ahora, su conocimiento parecía ser la única esperanza del grupo.
–¡Tenemos que calmarnos! –exclamó Daniel–. Esto... esto es como en las películas. Tenemos que pensar rápido.
Daniel sacó su teléfono. Afortunadamente, aún tenía señal en su celular y vio las noticias y no había reportes de lo que estaba pasando en otras áreas así que debe estar sucediendo en la escuela solamente.
–¡Esto es un brote aislado! –anunció Daniel–. Parece que solo está ocurriendo en la escuela.
–¿Un brote? ¿De qué hablas? –preguntó Elena, una niña sensible que estaba al borde del llanto.
–Sí, un brote –respondió Daniel, tratando de mantener la calma–. Hay cuatro clases de brotes. Clase 1: un evento localizado con pocos infectados, fácil de contener. Clase 2: un brote en un área más grande, requiere intervención policial. Clase 3: una crisis real, con miles de zombis, requiere intervención militar y la declaración del estado de alarma. Y clase 4… Clase 4 es el fin del mundo como lo conocemos.
–¿Y en cuál estamos? –preguntó Miguel, tragando saliva.
–Creo que estamos en una clase 1, tal vez en camino a una clase 2 –respondió Daniel–. Es un brote aislado en la escuela. Si actuamos rápido, podemos sobrevivir.
–Pero... ¿qué hacemos? –preguntó Sofía, con la voz temblorosa.
–Tenemos que llamar a la policía –dijo Juan–. Ellos nos ayudarán.
Elena tomó el teléfono y marcó 911 cuál es su emergencia. Una operadora respondió con voz amable y profesional.
–911 cuál es su emergencia? –preguntó la operadora.
–¡Ayuda! –exclamó Elena, con la voz entrecortada–. Estamos en El nombre de la primaria es: 'El Roble Sabio'. Los maestros atacan a los alumnos y otros maestros. ¡Se comportan como zombis!
La operadora guardó silencio por un momento. Luego, con tono incrédulo, respondió:
–Niña, no puede llamar a 911 haciendo esa clase de bromas.
–¡No es una broma sino nos cree le puedo enviar un vídeo! –exclamó Elena, desesperada–. ¡Estamos en peligro!
Elena encendió la cámara de su teléfono y grabó un vídeo corto. En él, se veía a los maestros-zombi golpeando la puerta del salón, intentando entrar. Envió el vídeo a la operadora del 911.
La operadora, al recibir el vídeo, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Las imágenes eran horribles, casi imposibles de creer. Llamó a sus superiores, mostrando el vídeo como prueba de la veracidad de la llamada.
La reacción de los policías fue de incredulidad inicial. No podían creer lo que veían. Pero el vídeo era demasiado realista, demasiado aterrador para ser ignorado. Decidieron enviar un equipo de policías a la escuela, preparados para lo peor.
Mientras esperaban la llegada de la policía, los niños se atrincheraron en el salón de arte. Daniel, tomando el liderazgo, organizó la defensa. Usaron mesas y sillas para reforzar la puerta. Buscaron objetos que pudieran usar como armas: tijeras, reglas, incluso los pinceles podrían servir para distraer a los atacantes.
La espera se hizo eterna. Los golpes en la puerta se intensificaban. Los maestros-zombi estaban cada vez más cerca de entrar.
Daniel les habló sobre Información de los zombis:. Les explicó el origen del virus Solanum, sus síntomas, sus métodos de transmisión. Les habló sobre sus habilidades físicas, su aguda audición y olfato, pero también sobre sus debilidades: su lentitud, su falta de agilidad, y sobre todo, la necesidad de destruir el cerebro para detenerlos.
–Tenemos que mantener la calma –insistió Daniel–. Tenemos que usar la inteligencia. Somos más rápidos, somos más ágiles. Podemos vencerlos.
Finalmente, oyeron sirenas a lo lejos. La policía había llegado.
La esperanza renació en el corazón de los niños. Pero sabían que la batalla no había terminado. Todavía tenían que sobrevivir hasta que la policía pudiera rescatarlos.
El horror en El nombre de la primaria es: 'El Roble Sabio' apenas comenzaba.